viernes, 12 de junio de 2009

El mar, la mar…desde el principio de los tiempos.



Desde el principio de los tiempos las mas ancestrales civilizaciones han surcado el mar, vivido de el y soñado con el, percibiéndolo como una de las más hermosas y contradictorias realidades en su dualidad, las contradicciones que plantea cualquier ser vivo, y el mar lo está.
Así se entiende que sea al mismo tiempo el mar y la mar puente de guía y paso que une o inmensidad que separa; el gran azul que ofrece vida o en cualquier momento o circunstancia la quita.

Apacible o enfurecido en sus calimas o tormentas, amenazador y relajante obedecedor de los vientos. Para unos amado, para otros temido, para casi todos respetado, el bello contenedor de infinitas y hermosas criaturas también exige su canon, su precio.
Tan variado y variable en colores y formas de Norte a Sur como lo es el mismo paisaje en tierra.

La luz es siempre el horizonte alentador frente a la inmensidad.
Los vigías inertes se elevan sobre la cálida y cadenciosa costa del Sur, colosos silenciosos en el paisaje de ocres anaranjados sobre reflejos dorados y verdes quemados en olas majestuosas.
En el Norte una luz es un cabo que arrastra fuera del mar bravío de oscuridades profundas, sobre sus olas también se ha escrito la historia de los hombres, vikingos, normandos, sajones…
Algunas luces salvadoras llegaron a tiempo, otras no.

Para el Mediterráneo una luz es un abrazo que acoge y la magia de las noches de verano en las bahías levantinas, aguas surcadas por fenicios, griegos, romanos y cartagineses.

El mismo mar y tan diferente en Palos o en Finisterre.

Es igual donde lo admiremos, disfrutemos o sintamos porque nada hay igualable a su sonido, olor o color. El pasado de todos los hombres navega en las olas que se acercan a la costa para romper en la playa, en miles de playas, o trepar a las rocas de cualquier acantilado.
Dejad que la brisa marina os acaricie la cara, que os inunde el olor a sal y que los rayos de sol se posen en vuestro pelo.
El mar, la mar…desde el principio de los tiempos.

Carmen Maciá.



































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