Ahí
está la botella, en medio del infinito y desordenado Océano ocultando un
mensaje, una llamada de ayuda procedente de almas desamparadas que no quieren
perecer.Cuál
de las cincuenta hijas de Nereo y Doris, Dioses del Mar y el Océano, ninfas
benefactoras que sabedoras del futuro no necesitan abrirla será la encargada
con su protección del rescate de los marinos.
Como
en la vida que es un mar en el que inevitable y ocasionalmente todos parecemos ahogarnos,
las señales enviadas anhelan respuesta. La esperanza viaja en esa diminuta
botella sin rumbo a ninguna y a todas partes flotando sobre el envite de las
olas.
Nereidas alertadas por la
bondad y clarividencia que tienden sus manos hacia náufragos del mar y de la
vida. Una pura metáfora por la que navegamos sufriendo las consecuencias de sus
tormentas y alteraciones o disfrutando del mar suave alentado por una tenue brisa.
Bellos son el mar y la vida repletos
ambos de seres benefactores que agarran los brazos del que navega y lo sacan a
flote cuando desestabilizados por las sacudidas de las gigantescas olas y las
terribles ráfagas de viento nuestros navíos sucumben.
Mensajes
misteriosos en botellas que no precisan ser abiertas por los seres que nos aman
y nos conocen tanto que nos sostienen sin necesidad de palabras a la espera de
que amaine la tormenta y aparezca la calma.
Desde
Hesíodo gran poeta de la antigua Grecia que describió en su Teogonía el
Nacimiento de los Dioses hasta nuestros días los seres que ayudan en la tierra
o en el mar han sido descritos, nombrados y novelados en páginas literarias,
pintados por los más extraordinarios genios o hechos protagonistas de excelsas
obras musicales.
Si
nos sumergimos en el cuadro podemos
hacer una navegación con nuestra fantasía buscando un significado simbólico a
cada detalle como sólo sabe hacerlo nuestra mente cuando discurre por el mundo
de la imaginación en los rescoldos del pasado o los anhelos del futuro.
Carmen
Maciá.
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